sábado, 22 de enero de 2011

De dónde viene un libro?Desde la antiguedad el hombre ha tenido la necesidad de reunir sus escrituras, sus signos, sus ideas e inspiraciones, reunirlas, pero como comenzó el libro?  Cómo fueron los primeros escritos, como se reunieron hasta formar lo que hoy para nosotros es tan fácil servirnos, encontrarlos en la libreria, o en la biblioteca?
Los orígenes de la historia del libro se remontan a las primeras manifestaciones pictóricas de nuestros antepasados, la pintura rupestre del hombre del paleolítico. Con un simbolismo, posiblemente cargado de significados mágicos, estas pinturas muestran animales, cacerías y otras escenas cotidianas del entorno natural del hombre antiguo, que trataba de dominar las fuerzas adversas de la naturaleza capturando su esencia mediante su representación. Son el más antiguo precedente de los primeros documentos impresos de que se tiene memoria.
Como cabe pensar además el anafabetismo era predominante, solo unos pocos previligiados tenían acceso a aprender la leer, por ello los libros, que consistían en pergaminos muy custodidos  eran escasos y de un precio  elevado.  Escrituras a mano, preciados por quienes deseaban instruirse, los encontraban solo en pocas ciudades, por los que debían viajar a solicitarlos en las bibliotecas, lo que daba lugar a una verdadera empresa de vocación, de deseo de instrucción, más allá del querer sino del poder.
El libro en el Lejano Oriente
Se sabe que los chinos imprimieron el primer libro en el año 868 d. C. el Frontispicio del Vajracchedika Sutra (Sutra de Diamante) que fue traducción de un texto hindú; el método de impresión fue mediante bloques de madera grabados.
El libro en Europa
Los libros en forma de rollo de papiro o pergamino fueron más tarde reemplazados por el codex, un libro conformado de páginas y una espina, similar a los libros utilizados hoy en día. El codex o códice fue inventado durante los primeros siglos de nuestra era. Previamente a la invención y adopción de la prensa de impresión, todos los libros eran copiados manualmente, lo que hacía que fuesen caros y escasos.
Los libros eran copiados e iluminados por monjes en el scriptorium (sala de escritura) de un monasterio. Las lámparas y las velas estaban prohibidas para evitar los incendios, y los monjes no podían hablar para no cometer errores. Toda comunicación se mantenía mediante signos.
Durante la edad media, cuando sólo las iglesias, universidades y hombres pertenecientes a la nobleza podían adquirir libros, estos eran a menudo puestos bajo llave para evitar su hurto. Estos primeros libros fueron hechos con páginas de pergamino y vitela, pero desde el siglo X estos materiales fueron paulatinamente reemplazados por papel, ideado por los chinos, aunque fueron los árabes quienes transmitieron el proceso de elaboración del lejano oriente a Europa.
En el siglo XV, comenzaron a elaborarse algunos libros mediante impresión de bloques. La técnica de impresión de bloques consiste en tallar sobre una tabla de madera la imagen de cada página. La tabla con relieve era entintada y utilizada para crear numerosas copias. Sin embargo, elaborar un libro con este método resultaba un tarea premiosa, y sólo se utilizaba en ejemplares profusamente ilustrados o muy demandados.

El auge del libro

No es sino hasta mediados del siglo XVIII, una vez que el libro ha superado las dificultades tecnológicas que le impedían convertirse en una mercancía, que este inicia su rápido ascenso dentro del gusto de las minorías ilustradas de la sociedad.
La invención de la imprenta y el desarrollo del papel, así como la aparición de centros de divulgación de las ideas, permitieron la aparición del escritor profesional que depende de editores y libreros principalmente y ya no del subsidio público o del mecenazgo de los nobles o de los hombres acaudalados.
Además, surge una innovación comercial que convierte al libro en una mercancía de fácil acceso a los plebeyos y los pobres, que consiste en las librerías ambulantes, donde el librero cobra una cantidad mensual para prestar libros, que al ser devueltos le permiten al lector-usuario recibir otro a cambio.
El mismo libro, se convierte en un avance que da distinción a los lectores como progresistas en un siglo en que el progreso es una meta social ampliamente deseada y a la que pueden acceder por igual nobles y plebeyos, creando una meritocracia de nuevo cuño.
A pesar de lo anterior, la minoría que cultiva el gusto por el libro se encuentra entre los nobles y las clases altas y cultivadas de los plebeyos, pues sólo estos grupos sociales saben leer y escribir, lo que representa el factor cultural adicional para el inevitable auge del libro.
Otro importante factor que fomentó el aprecio por los libros fue la Censura, que si bien solía ejercerse también en períodos anteriores a los siglos XVII y XVIII, es precisamente en esta época cuando adquiere mayor relevancia, puesto que los libros se producen por millares, multiplicando en esa proporción la posibilidad de difundir ideas que el Estado y otras instituciones no desean que se divulguen.
En 1757 se publicó en París un decreto que condenaba a muerte a los editores, impresores y a los autores de libros no autorizados que se editarán, a pesar de carecer de dicha autorización. La draconiana medida fue complementada con un decreto que prohibía a cualquiera que no estuviera autorizado a publicar libros de tema religioso. En 1774, otro decreto obligaba a los editores a obtener autorizaciones antes y después de publicar cada libro y en 1787, se ordenó vigilar incluso los lugares libres de censura.
Estas medidas lo único que lograron fue aumentar el precio de los libros y obligar a los libreros ambulantes a no incluirlos en su catálogo, con lo cual incrementaron el negocio de los libros prohibidos, que de esta manera tenían un mayor precio y despertaban un mayor interés entre la clase alta que podía pagar el sobrevalor, con lo cual se fomentaron en el exterior, en Londres, Ámsterdam, Ginebra y en toda Alemania, las imprentas que publicaban libros en francés. Así fueron editados hasta la saciedad Voltaire, Rousseau, Holbach, Morell y muchos más, cuyos libros eran transportados en buques que anclaban en Le Havre, Boulogne y Burdeos, desde donde los propios nobles los transportaban en sus coches para revenderlos en París.
En tanto la censura se volvió inefectiva e incluso los censores utilizaron dicha censura como medio para promover a astutos escritores y editores. Así, por ejemplo, cuando el todopoderoso ministro Guillaume-Chrétien de Lamoignon de Malesherbes revocó la autorización para publicar la Encyclopédie, fue él mismo quien protegió a la obra cumbre de la Ilustración para después distribuirla de manera más libre, lo mismo hizo para proteger Emile y La nouvelle Éloise.

El libro electrónico
A finales de 1971 comenzó a desarrollarse lo que hoy denominamos libro digital o electrónico. Michael Hart fue el impulsor del Proyecto Gutemberg, que consistía en la creación de una biblioteca digital totalmente gratis, donde podíamos encontrar obras de autores como Shakespeare, Poe y Dante entre otros, todas ellas obras de dominio público. En 1981 se produce un importante avance, ya que sale a la venta el primer libro electrónico: Random House's Electronic Dictionary. Sin embargo, fue en marzo de 2001 cuando el libro digital (también conocido como eBook) experimentó su máxima expansión gracias al novelista Stephen King, quien lanzó al mercado a través de la red su novela Riding the Bullet. La obra, en apenas 48 horas, vendió más de medio millón de copias, al precio de dos dólares y medio la copia [cita requerida]. El mes siguiente Putin también sacó a través de Internet sus memorias.
Desde este momento comenzaron a aparecer varias editoriales electrónicas y muchas tiendas virtuales empezaron a incorporar libros electrónicos en sus catálogos.
La historia del libro se debe a una serie de innovaciones tecnológicas que han permitido, con el paso de los siglos, mejorar la calidad de conservación de los textos y el acceso a la información, mejorando también, la manejabilidad y el coste de producción. Está íntimamente ligada a las contingencias políticas y económicas, así como a la historia de las ideas y de las religiones.

martes, 11 de enero de 2011

Origen de la tortilla de patatas

El origen de la tortilla de patatas podría estar en Extremadura, concretamente en la localidad de Villanueva de la Serena, así lo afirma Javier López Linage, investigador del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas). El nuevo dato aparecerá en una publicación que editará el Ministerio de Medio Rural, Medio Ambiente y Medio Marino y que tratará sobre la historia española de la patata.
El trabajo de investigación realizado por Javier López Linage muestra que el origen de la tortilla de patatas se remonta al siglo XVIII y no al siglo XIX como se evidenciaba en algunos documentos (aunque la diferencia radica sólo en un par de décadas), como por ejemplo el documento anónimo “memorial de ratonera”, documento que se dirigía a las Cortes de Navarra explicando la precaria situación en la que se encontraban los agricultores con respecto a la alimentación.

Un párrafo en concreto relacionaba la aparición de la tortilla de patatas con esta comunidad, “…dos o tres huevos en tortilla para cinco o seis, porque nuestras mujeres la saben hacer grande y gorda con pocos huevos mezclando patatas, atapurres de pan u otra cosa…”.
Son muchas las leyendas, historias y teorías que han colocado la tortilla de patatas en el siglo XIX. Se creía que la tortilla de patatas comenzó a difundirse en las Guerras Carlistas, otros indicaban que fue un ama de casa quien la invento y ofreció al general Tomás de Zumalacárregui, quien utilizaría la receta posteriormente para alimentar a sus tropas. Lo cierto es que casi todas las leyendas y teorías giran en torno a las Guerras Carlistas.
Ahora sabemos al menos que el origen de la tortilla de patatas se remonta un poco más atrás en el tiempo, a finales del siglo XVIII. Las fuentes documentales consultadas por el investigador parecen ser la prueba. El investigador referencia a Joseph de Tena Godoy y Malfeyto, marqués de Robledo, ambos buscaban un alimento que fuera nutritivo y barato para luchar contra las hambrunas que se encontraban establecidas a finales del siglo XVIII en Europa. Parece ser que inventaron una especie de tortitas que no se horneaban y debían pasarse por la sartén.
Según el investigador, estas tortitas serían en realidad las primeras tortillas de patatas, a diferencia de otras teorías, los datos aportados en el documento de Villanueva de la Serena del año 1798 son una prueba irrefutable. El investigador no ha proporcionado más información, algo que nos hace tener un especial interés por ampliar nuestra cultura gastronómica y leer la publicación que editará el Ministerio de Medio Rural, Medio Ambiente y Medio Marino en el momento de su aparición.

El Sancocho, historia, receta

El sancocho es un ejemplo de comida autóctona de algunos países del Caribe, adquirió su nombre con desprecio. Muchas veces, sobre todo entre la élite, oigo comentarios despectivos sobre el sancocho. Que cae mal. Que es pesado. Que no es agradable a la vista. Cualquier cosa mal hecha es un adefesio. ¿Pero quién es el sancocho en América? El resto del mundo allende otros mares en el viejo mundo tiene sus hervidos, sus marmitas que lento cuecen lo que se pone en ellas. El resultado, un caldo sanador con muchas viandas y hortalizas y tubérculos, y más frutos de la huerta local. Sin embargo, sancocho es sinónimo de algo sin cocinar, mal hecho, mal cocido, un sopotón, digamos. Así de feo lo califica el primero que come en las Indias occidentales esta versión de un boulli, de un bollito, de un puchero. El personaje da, 1º) a su cocinero asturiano o gallego, 2º) al cocinero del bergantín corzo, portugués o escocés; 3º) a su cocinera negra, las instrucciones de lo que quería comer lacerado por la nostalgia. Ya en la mesa aquel cocido el antojadizo retiró con violencia el plato y bramó: ¡c?´est sans cuire! (¡Está crudo!). O el ibérico con su acento marcado ?¡Sin cocer!??. Ni en una ni en otra lengua se escucha otra cosa que ¡SANCOCHO! Y queda sancocho para siempre. Con fruncidas de nariz y lo que quiera. Aparte de sinónimo de cosa chabacana, un revuelto, un revoltijo, un arroz con mango, un sancocho es eso, una mezcla de culturas. La olla podrida. El potpurrí.

Hay sancochos de sancochos. En el concierto del cordón de América indígena, América mestiza, mulata, chola, criolla, a nosotros nos tocó el peor de los nombres para este prodigio de plato. En Panamá y Colombia se le llama sancocho, hervido en Venezuela, sería el charquicán del Cono Sur, el ajiaco de Cuba, las menestras de Ecuador. No me queda la menor duda de que no hay como un buen sancocho bien hecho y bien servido; un suculento hervido, un suculento puchero con sus tiernas carnes, aves y embutidos y generosas raciones de amor y orgullo por lo propio.

Sancocho colombiano

Ingredientes

Una olla o marmita grande de 5 litros de capacidad

2 libras de costilla de res, cortada en pedazos de 8 cm

2 libras de lomo ancho o centro de cadera en una sola pieza

2 libras de espinazo o costillas magras de cerdo cortado en trozos de 8 cm.

1 pollo mediano partido en cuatro

2 libras de lomo de cerdo entero

2 libras de tocino con carne cortado en trozos de 8 cms.

2 libras de longaniza, chorizo o embutido del lugar cortado en trozos de 8 cms.

3 zanahorias peladas cortadas por la mitad

2 cebollas blancas o rojas

?½ repollo blanco cortado en cuñas grandes

6 papas enteras a medio pelar

2 tallos de apio

1 ramillete de perejil liso

Unas pimientas de olor, granos de pimienta negra picante

Sal al gusto

Un chorro de vinagre o vino blanco

Procedimiento

Llene la olla con agua un poco más de la mitad. Vierta primero en el agua fría las piezas enteras de carne roja, luego el tocino, el pollo y por último las costillas, el espinazo de cerdo y los embutidos. Encima rocíe la sal, ponga las legumbres, las especias y el vinagre o vino. Hierva vigorosamente durante 20 minutos retirando la espuma hasta que el caldo quede transparente. Tape la olla, baje el fuego y cocine muy lento durante dos horas y media. Para llevar a la mesa sirva el caldo en pequeñas escudillas y en plato aparte un surtido de las carnes cortadas en trozos pequeños y un poco de legumbres al lado. El tocino debe quedar prácticamente derretido.